4/22/2006

Una vida cambiada en el contexto de movimiento

Nuestro hijo espiritual con su compromiso
de servir al Señor al final del congreso de Puebla
Apenas dos días antes de salir hacia Puebla conocimos a Diego. Un apuesto joven de 18 años, estudiante de honor roll de la escuela bilingüe más exclusiva de El Salvador. Aunque toda su vida siempre tuvo todas las comodidades que sus padres le pudieron dar, algo faltaba para ser completamente feliz.
Sus padres decidieron correrse el riesgo de darle permiso de ir con nosotros al congreso de Puebla a pesar de ser prácticamente unos desconocidos. Tan solo la referencia de una de las tías de Diego fueron suficientes para que sus padres confiaran a su hijo en nuestras manos.
La situación familiar de Diego es muy típica de familias de este estrato social. Padres divorciados muy ocupados. Hijos con todas las comodidades que el dinero puede comprar, pero con una gran falta de lo más importante: cariño, comprensión, tiempo, atención y cuidado personal.
Llegamos a Puebla el domingo, justo al inicio de la semana santa y del congreso estudiantil. Esa misma noche nos fuimos a cenar a un pequeño restaurante en un mercado popular a la vuelta del hotel (era el único lugar abierto a esa hora). Comenzamos a comprender la situación de Diego a través de sus propias palabras.
A esa corta edad, ya habia estado en tratamiento con médicos, psiquiatras, psicológos, drogas anti-depresión, etc. Su situación no era nada agradable. Pero al mismo tiempo nos dijo que había llegado a la conclusión que necesitaba cambiar. Que había decidido venir con nosotros para ver si aquí había algo que le podría traer un cambio total a su vida.
Conectamos con Diego. Luchy y yo inmediatamente lo adoptamos como un amigo muy especial. Después de haber criado a dos varones que pasaron por situaciones similares (sin haber llegado a extremos), descubrimos en Diego un joven con un corazón tierno buscando una fuente de amor y de perdón que simplemente nunca la encontraría en ninguna persona.
Lunes, segundo día del congreso. Más de 400 estudiantes han invadido el centro histórico de Puebla y el Centro de Convenciones. Hay música, compañerismo, alegría y buenas conferencias. Pero estamos tan cansados que nos levantamos tarde, demasiado tarde para la primera plenaria del día. Diego tampoco se levantó a tiempo.
Dios tenía un plan mejor que para siempre cambiaría la vida de nuestro nuevo amigo.
Allí en el comedor del City Express del centro de Puebla, como a las 11:30 de la mañana, Diego entregó su corazón a Dios de una forma dramática. "Señor, entra a mi vida y házme la persona que tu quieres que sea...." Ni Luchy ni yo pudimos contener las lágrimas de alegría al escuchar el clamor de un corazón cansado de buscar que finalmente se había encontrado con la fuente del amor y del perdón.
Martes: día normal del congreso. Disfrutamos las sesiones plenarias, los talleres, ver a nuestros amigos de México y de muchos otros países centroamericanos. Disfrutar el tiempo con Andrés, quien asistió a un programa especial para los hijos de los coordinadores.
Siempre al final de cada día, pasamos tiempo con Diego, tratando de ayudarle a comprender lo que está sucediendo. Notamos que algo ha cambiado, su mirada y su rostro ya no son iguales. Él mismo nos dice, "no se que pasó ayer, pero tengo una paz que nunca había tenido."
Miércoles: Esta tarde todos los estudiantes salen a prestar diferentes servicios a la comunidad y a compartir de Cristo.
Diego se une a uno de los grupos de estudiantes de varias nacionalidades, principalmente mexicanos y chapines. Les toca ir a lavar el piso y las paredes de una sección del hospital de la Cruz Roja, a pocas cuadras del hotel donde estamos hospedados. Disfrutan muchísimo haciendo payasadas mientras limpian el piso y lo dejan como nuevo. diego está comenzando a disfrutar de un ambiente completamente diferente al que él conoce. Hace nuevos amigos con quienes disfruta otro tipo de alegría: el gozo de servir sin esperar nada a cambio.
Pero lo mejor de la tarde aun está por delante.
Cuando terminan la limpieza, llegó el tiempo de testificar. Diego decide ir a leer el folleto de las Cuatro Leyes Espirituales (que apenas ha leído una vez) a un señor que está lavando un carro afuera del hospital. Al principio el hombre no le hace mucho caso, pero Diego continúa leyendo el folleto.
Repentinamente, el hombre deja de lavar el parabrisas y viendo fijamente a Diego, comienza a llorar. Diego, confundido le pregunta qué pasa, el hombre le dice, "hace 20 años que nunca me ha hablado de Dios..." Más adelante, Diego me dijo "a mi se me pararon los pelos y se me hizo un nudo el corazón..."
Diego concluyó su presentación del evangelio apenas a menos de 48 horas de haber recibido a Cristo.
Esa noche Andrés, Diego y yo asistimos al concierto de música cristiana rock que esa noche ofrecía el concierto. Diego ya no era el mismo. "Nunca me había pasado esto," me decía una y otra vez mientras me mostraba las fotos de él mismo compartiendo con el hombre del carro.
El resto del congreso pasó como un sueño. Cada día Dios se iba posesionando más del corazón y mente de Diego. Compró unos discos de música cristiana y me dijo "mis hermanos no me van a creer la música que estoy comprando..."
Junto con Luchy y Andrés lo adoptamos como un hijo espritual en nuestra familia. Todo el mundo conocía a Diego, muchos creían que era nuestro hijo. Es que, en un sentido muy real y eterno, ahora si era nuestro hijo....
En la clausura del congreso, todos los asistentes fueron desafiados a firmar un compromiso de servir al Señor y de serle fiel. Diego tomó el papel y lo firmó, como un voto de seguir creciendo en su relación con Dios y con su nueva vida. "Me gustaría ser misionero e ir a otros países a hacer lo que hice aquí", nos dijo.
Nos quedamos unos dos días después del congreso para reuniones y el domingo de resurrección fui invitado a predicar en una de las principales iglesias de Puebla. Hablé sobre cómo vivir cada día el poder de la resurrección. Era la primera vez que Diego asistía a una iglesia evangélica en toda su vida.
Cuando bajé del púlpito después del primer mensaje (prediqué dos veces el mismo mensaje), Diego me dijo, "me hizo llorar su mensaje. No se cuántas semanas voy a pasar pidiendo perdón a todas las personas que he ofendido, pero lo tengo que hacer. Todo ha cambiado de aquí en adelante".
Hace dos noches invitamos a Diego a cenar en nuestra casa, ya de regreso en El Salvador. Nos contó que en el aeropuerto abrazó a su papá y le pidió perdón. Después de tener una relación bien conflictiva, con casi nada de comunicación, ahora está aprendiendo a disfrutar a su padre, a platicar con él y a tratar de comprenderlo. Tiene que invertir mucho tiempo y esfuerzo en recuperar el terreno perdido en sus estudios para graduarse con sus compañeros. Hay mucho camino que recorrer en la nueva vida.
Pero ahora todo es diferente. Sigue muy interesado en salir de misionero aunque sea por 6 meses. Quiere que hablemos de Dios con sus compañeros, quiere que hagamos un congreso similar aquí en El Salvador, que traigamos el mismo grupo musical, etc.
Esto es lo que el movimiento produce: un ambiente donde es fácil conocer a Dios e involucrarse rápidamente en la gran comisión. El ADN de movimientos en todas partes ha sido inyectado en los nuevos genes de Diego.
Luchy, Andrés y yo estamos super contentos con el nuevo miembro de nuestra familia espiritual.
Para esto entramos a la Cruzada hace casi tres décadas.